Alto Egipto se denomina a la zona sur del país, la que se extiende desde el sur de la antigua región de Menfis (cercana a El Cairo), hasta la primera catarata del río Nilo (en Asuán), pero durante la época faraónica se llamó schmau «tierra de la cebada».
La región del delta del Nilo recibe la denominación de Bajo Egipto. Abarca aproximadamente desde Alejandría en el oeste a Puerto Saíd en el este (en la costa del mar Mediterráneo) y hasta la ciudad de El Cairo por el sur.
Durante el periodo predinástico de Egipto surgieron dos reinos independientes: el Alto y el Bajo Egipto. Fueron reunidos por el faraón Menes, del Alto Egipto, bajo su mando, comenzando con este acontecimiento la historia dinástica de Egipto.
El Alto Egipto tenía un entorno excepcional: comprendía una llanura muy fértil gracias a los aluviones del Nilo, y producía excedentes alimenticios. A poca distancia, en el desierto colindante, había oasis desde los que se organizaban expediciones a los yacimientos mineros del desierto y a las montañas del Sinaí, para obtener metales y piedras preciosas.
Esta riqueza convirtió al país en un cruce de rutas comerciales, tanto por tierra desde Nubia al sur y el mar Rojo al este, la llamada ruta Uadi Hammamat, comercio que está confirmado por el hallazgo en Abidos de ánforas de vino procedentes de Canaán. Evidentemente, también existía la ruta fluvial del Nilo hacia el Delta. Esta riqueza del país se reflejaba en la de sus gobernantes, que emplearon parte de estas riquezas en sus tumbas.
Los primeros reyes del Alto Egipto consiguieron convencer a sus súbditos de dos sucesos fundamentales para ellos: que eran los responsables tanto de las crecidas del río, como de la unión con el Bajo Egipto, hechos que no se dejaron olvidar, manteniendo todo un rango de símbolos: el trono, la corona doble, los cetros, así como la identificación con los dioses; ya en tiempos predinásticos, el rey estaba «homologado» con Horus, que se encarnaba en cada faraón. El culto a Horus era practicado en todo Egipto.