La clave en notación musical es un signo cuya función es indicar la altura de la música escrita,[1][2][a] asignando una determinada nota a una línea del pentagrama, que se toma como punto de referencia para establecer los nombres del resto de las notas.[3] Se ubica al principio de cada pentagrama, aunque puede cambiarse en cualquier momento durante el transcurso de la obra si se requiere. Los tres símbolos actuales utilizados para representar las distintas claves —la clave de do, la clave de fa y la clave de sol— son el resultado de la evolución histórica de tres signos representados respectivamente por la letra «C», «F» y «G» conforme a la notación alfabética que se empleaba antiguamente.[4]
Existen una serie de casos en los que se emplean signos de clave especiales, o bien, signos sustitutivos. Este es el caso de las claves de transposición de octava, que añaden una cifra (8 o 15) por encima o por debajo del signo de clave para indicar cuántas octavas y hacia dónde debe transportarse la música que aparece escrita en ese pentagrama.[1] Entre los signos sustitutivos, está la clave neutral o clave de percusión, que a diferencia del resto de claves, se trata de una convención que indica que lo escrito a continuación en el pentagrama es para percusión y asigna a las diversas líneas y espacios instrumentos de percusión de altura no determinada en vez de alturas o notas musicales. Otro signo sustitutivo de la clave es el que se utiliza en la música para instrumentos con trastes que suele escribirse en tablaturas. Se señala que es una tablatura mediante las letras TAB representadas en sentido vertical al principio del pentagrama.
La música inicialmente se transmitía oralmente, pero con el tiempo surgió la necesidad de anotarla para poder recordarla y transmitirla. Los primeros sistemas de notación eran bastante primitivos y solo indicaban la dirección ascendente o descendente de la voz. Uno de los problemas básicos era nombrar y representar por escrito los sonidos que se cantaban, de manera que la clave, cuyo origen se remonta al siglo X,[5] fue uno de los primeros signos musicales en aparecer.
En los siglos XI y XII ya se usaban claves al inicio de los tetragramas.[6] Al principio, en lugar de un signo específico de clave, la línea de referencia del pentagrama se etiquetaba solo con el nombre de la nota que debía aparecer, conforme a la notación alfabética.[2] Estas claves de letras (litterae-clavis o claves signatae)[5] eran las más frecuentes en la notación del canto gregoriano: