La masculinidad o las masculinidades[1][2] (también llamada hombría o virilidad en su acepción popular) son conjuntos de características biológicas y culturales que determinados grupos sociales consideran que los hombres poseen o deben poseer, pero que también pueden poseer las mujeres.[3] Las ciencias sociales hablan en plural de masculinidades y distinguen la masculinidad hegemónica, variable según cada sociedad y época, de las masculinidades disidentes o alternativas. La falta de algunas o todas las características atribuidas a la masculinidad hegemónica, conlleva la estigmatización o desvalorización del varón por ser «menos hombre» o estar «feminizado».[4][5]
Distintas corrientes académicas han señalado que las masculinidades están definidas por conjuntos de atributos, que incluyen los comportamientos y roles asociados con los hombres, niños y adultos, definidos social y biológicamente,[6][7][8]distinta de la definición del sexo anatómico masculino.[9][10] En esta línea de pensamiento académico, desde los estudios de género, se ha señalado que la masculinidad es también la construcción cultural de género que designa el rol de los varones en las sociedades.[11]
En las sociedades en las que los varones predominan sobre las mujeres y en los grupos sociales que consienten esa situación, la masculinidad suele asociarse con diferentes valores y características, como la heterosexualidad, el coraje, la independencia, la asertividad, la fuerza de voluntad, la ambición, la iniciativa, la racionalidad, el control emocional,[12][13][14][15] la propensión a la guerra y la violencia,[16][17] la fuerza muscular y el desarrollo intelectual,[18] el dominio de habilidades, el estoicismo, la agresividad, la competitividad, la seguridad, la auto-represión de la afectividad,[19][20] la práctica de ciertos deportes y no otros.[21]
Los varones son educados y presionados para ajustar sus comportamientos a la masculinidad hegemónica. Inversamente se generan reacciones de hostilidad y represión cuando aparecen mujeres exhibiendo estas características o varones con otras masculinidades.[22]
Erving Goffman, analizando los mecanismos del estigma, sostuvo que en Estados Unidos para no ser discriminado como varón había que ser «joven, casado, padre de familia, blanco, urbano, norteño, heterosexual, protestante, que recibió educación superior, que tiene un buen empleo, aspecto, peso y altura adecuados, y un reciente triunfo en los deportes»,[23] concluyendo que la masculinidad era un estereotipo, y como tal una formulación ideal que prácticamente nunca existe en la realidad y que no pueden alcanzar la mayoría de los hombres.[24]