El Neolítico (del griego νεός neós 'nuevo' y λιθικός lithikós 'de piedra') es el último de los períodos. Se le dice período neolítico a la Edad de Piedra (herramientas de piedra). [1] Este período comenzó entre el 6000 a. C. y el 4000 a. C., según las diferentes culturas que lo alcanzaron, y se extendió hasta el 3000 a. C.[2] El término, que quiere decir «de piedra nueva», se refiere a las elaboradas herramientas de piedra pulida que caracterizan este período y lo diferencian de la «antigua» Edad de Piedra, o Paleolítico, con herramientas de piedra tallada, más toscas. En la periodización americana, el Neolítico coincide aproximadamente con el Periodo Arcaico.[3]
Es el período de la historia humana en el que apareció y se generalizó la agricultura y el pastoreo de animales (ganado), dando origen a las sociedades agrarias. Generalmente, pero no necesariamente, fue acompañado por el trabajo de alfarería. En el Neolítico aparecen los primeros poblados y asentamientos sedentarios humanos. El período Neolítico fue seguido, según las regiones, por la Edad de los Metales o directamente por la Edad Antigua, en la que surgieron la escritura y las civilizaciones agrícolas.
En el Neolítico se produce la sedentarizacion del ser humano. La agricultura y la ganadería garantizan la provisión de alimentos, y se construyen los primeros asentamientos permanentes. Se pasa de una «economía depredadora» (cazadores/recolectores) a una economía productora a causa de la revolución agrícola.
La revolución neolítica se produjo de manera independiente a partir de al menos seis regiones del planeta, sin contacto entre sí, conocidas como las cunas de la civilización: Asia occidental, China oriental, Nueva Guinea, Mesoamérica, Cordillera de los Andes, Norteamérica oriental, y posiblemente también África subsahariana y Amazonia.[4]
El término fue acuñado por John Lubbock en su obra Prehistoric Times (1865), debido a los hallazgos de herramientas de piedra pulimentada, en vez de tallada.[5] que parecían acompañar al desarrollo y expansión de la agricultura.
Uno de los principales renovadores en el estudio del Neolítico fue sin duda el arqueólogo francés Jean Guilaine, para quien «la verdadera ruptura [en la historia], no fue la escritura, como se ha dicho con frecuencia, sino la agricultura. A partir del momento en que se introduce la agricultura, se queman los bosques, se transforma el paisaje, y se depende del clima para las cosechas. Fue el momento en el que surgió la aldea y después la ciudad. Y también fue el momento en que aparecieron las enfermedades vinculadas con los animales que se fueron domesticando. En fin, ese fue nuestro mundo. Indudablemente somos los descendientes de quienes vivieron en el neolítico.[6]