En la mitología griega, Pélope (en griego, Πέλοψ: Pélops) era hijo de Tántalo[1] y Dione (hija de Atlas),[2] y padre con Hipodamía de los famosos Atreo y Tiestes; entre otros hijos que Píndaro cuenta hasta seis.[3] En las versiones más arcaicas del mito su madre era una de las náyades, siendo esta Eurianasa (hija del Pactolo)[4] o Euritemiste (hija del Janto),[5] o incluso Clitia (hija de Anfidamante).[6] En otras versiones secundarias se nos dice que los padres de Pélope fueron Hermes y Cálice,[7] o incluso Atlas y la ninfa Linos.[8] Los estudiosos también lo han ubicado como nativo de Oleno.[9]
El padre de Pélope era Tántalo, rey en el monte Sípilo de Anatolia. Queriendo hacer una ofrenda a los olímpicos, Tántalo descuartizó a Pélope y cocinó un estofado con su carne, que entonces sirvió a los dioses. Deméter, profundamente apenada tras el rapto de su hija Perséfone por Hades, distraídamente aceptó el ofrecimiento y se comió el hombro izquierdo. Sin embargo, los demás dioses advirtieron la trama y evitaron comer el cuerpo del muchacho, trayéndolo de vuelta a la vida y reemplazando su hombro con uno de marfil que fabricó para él Hefesto. Tras su resurrección, Poseidón le llevó al Olimpo y lo convirtió en su aprendiz, enseñándole también a conducir su carro divino. Más tarde, Zeus se enteró de la comida robada de los dioses y sus secretos ahora revelados, y arrojó a Pélope del Olimpo, enojado con su padre, Tántalo.
Ya adulto, Pélope quiso casarse con Hipodamía. El padre de ella, Enómao, rey de Pisa o de Olimpia, había matado a treinta pretendientes de la joven tras vencerlos en una carrera de carros. Había hecho esto porque la amaba para sí o, alternativamente, porque una profecía afirmaba que moriría a manos de su yerno. Pélope fue a pedir la mano de Hipodamía y se preparó para competir con Enómao. Preocupado por si perdía, Pélope fue a la orilla del mar e invocó a Poseidón, su antiguo amante, y, recordándole su amor (los «dulces regalos de Afrodita»), le pidió ayuda. Sonriendo, Poseidón hizo aparecer un carro tirado por caballos grandes y alados.
Aún inseguro de sí mismo, Pélope (o la propia Hipodamía) convenció al auriga de Enómao, Mírtilo, para que le ayudase a ganar, prometiéndole la mitad del reino y la primera noche en el lecho de Hipodamía.
La noche anterior a la carrera, al montar el carro, Mírtilo cambió las pezoneras de bronce que sujetaban las ruedas al eje por unas falsas fabricadas con cera de abeja. La carrera comenzó y discurrió durante mucho tiempo. Pero justo cuando Enómao estaba alcanzando a Pélope y preparándose para matarlo, las ruedas se soltaron y el carro se rompió. Mírtilo sobrevivió, pero Enómao fue arrastrado por sus caballos hasta morir.