La provincia del Casanare, también llamada gobierno del Casanare durante la época imperial española, fue una entidad administrativa y territorial de la Nueva Granada, creada en 1660 como corregimiento del Virreinato del Perú. En 1717 una Real Cédula expedida por el rey Felipe V de España creó el Virreinato de Nueva Granada, por medio de la cual la provincia fue agregada a este último.
Durante la época de emancipación de las colonias americanas (1810-1816), Casanare se incorporó a las Provincias Unidas de la Nueva Granada. En la época de la Gran Colombia hizo parte del Departamento de Boyacá, el cual cubría territorialmente todo lo que hoy es el oriente de Colombia.
Posteriormente a la disolución de este país (1830) perteneció a la República de la Nueva Granada, de carácter centralista, hasta que finalmente se implantó el sistema federal en la Nueva Granada en 1858 y la provincia pasó a ser entonces una de las provincias constituyentes del Estado Soberano de Boyacá, unión que perduraría hasta el siglo XX cuando se inició su vida independiente como intendencia y luego actual departamento.
La región de los llanos del Casanare estaba poco habitada por aborígenes, por lo cual su conquista y poblamiento fue más lenta si se le compara con otras regiones del país. A pesar de ello existían variados grupos tales como los Tunebos, Guahibos, Tames, Sálivas, Yarures, Achaguas, Cusianas y Guayupes, entre otros.[4][5][6]
Una vez que Gonzalo Jiménez de Quesada conquistó el país de los Chibchas, designó a su capitán Juan de San Martín para que explorara y reclamara para España la región llanera. Sin embargo debido a la imposibilidad de cruzar la Cordillera Oriental no pudo concretar su misión. Después de esta primera exploración se dieron otras, pero todas con la intención de buscar en estas tierras el fabuloso El Dorado.
En octubre de 1534 Alonso de Herrera recorre por primera vez el río Meta en toda su extensión, siendo por tanto el primero en explorar buena parte del Casanare. Después de fuertes combates con los Achaguas, muere a manos de estos sien do enterrado posteriormente en las orillas del río que descubrió. En 1537 Nicolás de Federmán parte de la ciudad venezolana de Coro y emprende una exploración que lo lleva por buena parte de lo que actualmente son Arauca y Casanare, para luego subir las empinadas pendientes de la cordillera Oriental y llegar a la Sabana de Bogotá donde se encontró con Gonzalo Jiménez de Quesada y Sebastián de Belalcázar en una reunión tanto histórica como inesperada.[4]