La Rioja, en el texto de la Constitución provincial: Provincia de La Rioja,[3] es una de las veintitrés provincias o estados federados de la República Argentina. Es uno de los veinticuatro estados autogobernados o jurisdicciones de primer orden[4] que conforman el país, y uno de los veinticuatro distritos electorales legislativos nacionales.[5][6] Su capital y ciudad más poblada es la homónima La Rioja. Está ubicada en el noroeste del país, limitando al norte con Catamarca, al este con Córdoba, al sur con San Luis, al suroeste con San Juan y al noroeste con Chile, cuya frontera está determinada por la divisoria de aguas de la cordillera de los Andes. Con 387 728 habitantes en 2016 es la cuarta provincia menos poblada —por delante de La Pampa, Santa Cruz y Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, la menos poblada— y con 3,7 hab/km², la sexta menos densamente poblada, por delante de Catamarca, Río Negro, Chubut, La Pampa y Santa Cruz, siendo esta última la menos densamente poblada.
En La Rioja predomina un relieve montañoso de escasa vegetación sin la presencia de un curso de agua permanente. Su economía se sustenta a partir de la agricultura bajo riego artificial, con la producción de vid y olivos principalmente, sin embargo, también ha crecido considerablemente el turismo en los últimos años, sobresaliendo el parque nacional Talampaya como principal atractivo.
Desde la creación del Virreinato del Perú por real cédula del 1 de marzo de 1543, el actual territorio riojano quedó integrado dentro de la Gobernación del Tucumán.
El 20 de mayo de 1591, Juan Ramírez de Velasco, procedente de la región española de La Rioja, funda «la Ciudad de todos los Santos de la Nueva Rioja» con la finalidad de establecer un asiento estratégico para combatir a los indígenas.
En 1630 se produjo un alzamiento de los indígenas diaguitas que fue sofocado por el gobernador Felipe de Albornoz.
El fenómeno demográfico más notable de esta época fue el vertiginoso aumento de la población de origen africano. Tanto en La Rioja como en el resto del Tucumán, las encomiendas se habían ido extinguiendo y los "indios" dejaron de pagar tributo al rey, trabajando para los españoles en encomiendas, de modo que se trató de reemplazarlo con los negros que ingresaban, legal o ilegalmente, por el puerto de Buenos Aires. Asombra la cantidad de "negros" registrados en los censos que periódicamente hacían los párrocos, como por ejemplo los casi 500 esclavos que poseía la Compañía de Jesús, que en el distrito tenía dos estancias.[8]