Renacimiento


Renacimiento es el nombre dado en el siglo XIX a un amplio movimiento cultural que se produjo en Europa Occidental durante los siglos XV y XVI.[1]​ Fue un periodo de transición entre la Edad Media y los inicios de la Edad Moderna. Sus principales exponentes se hallan en el campo de las artes, aunque también se produjo una renovación en las ciencias, tanto naturales como humanas. La ciudad de Florencia, en Italia, fue el lugar de nacimiento y desarrollo de este movimiento, que se extendió después por toda Europa.

El Renacimiento fue fruto de la difusión de las ideas del humanismo, que determinaron una nueva concepción del hombre y del mundo. El término «Renacimiento» se utilizó reivindicando ciertos elementos de la cultura clásica griega y romana, y se aplicó originariamente como una vuelta a los valores de la cultura grecolatina y a la contemplación libre de la naturaleza tras siglos de predominio de un tipo de mentalidad más rígida y dogmática establecida en la Europa medieval. En esta nueva etapa se planteó una nueva forma de ver el mundo y al ser humano, con nuevos enfoques en los campos de las artes, la política, la filosofía y las ciencias, sustituyendo el teocentrismo medieval por el antropocentrismo.

El historiador y artista Giorgio Vasari fue el primero que utilizó la palabra "Renacimiento" (rinascita) para describir la ruptura con la tradición artística medieval, a la que calificaba como un estilo de bárbaros, que más tarde recibirá el calificativo de Gótico. Vasari opinaba que las artes habían entrado en decadencia al hundirse el Imperio romano y solo habían sido rescatadas por los artistas de la Toscana a partir del siglo XIII.[2]

El concepto actual de Renacimiento (del francés Renaissance) fue formulado a mediados del siglo XIX por el historiador francés Jules Michelet, en su obra Renaissance et Réforme, publicada en 1855.[3]​ Por primera vez, Michelet usó el término en el sentido de un periodo histórico, que abarcaría desde el descubrimiento de América hasta Galileo, y lo consideró más importante por sus desarrollos científicos que por el arte o la cultura. Michelet, que era nacionalista francés y republicano, le atribuyó al Renacimiento unos valores democráticos opuestos a los de la Edad Media precedente y un protagonismo francés.[4]

El otro historiador que tuvo gran influencia en dar forma al concepto de Renacimiento fue el suizo Jacob Burckhardt, quien lo definió como el periodo entre Giotto y Miguel Ángel, es decir, del siglo XIV a mediados del xvi. Buckhardt destacaba del Renacimiento el surgimiento del espíritu individualista moderno, que la Edad Media habría cohibido.[5]


Hombre de Vitruvio, dibujo de Leonardo da Vinci, expresión del canon estético renacentista
Imprenta europea del siglo XV. La difusión de la cultura gracias a la imprenta fue una de las principales causas dinamizadoras de la nueva corriente cultural renacentista.
La Fornarina, pintura de Rafael, expuesta en el Palacio Barberini de Roma. En el Renacimiento se afianza el retrato como género autónomo. Aquí se aprecia además el interés por el desnudo, procedente del arte clásico.
David (1440), de Donatello, Museo Nazionale del Bargello, Florencia. En esta obra se representa un personaje bíblico como un héroe de la Antigüedad clásica, una clara muestra del nuevo concepto renacentista del arte.
Ejemplo canónico para representar la cabeza humana acorde con La Divina Proporción de Luca Pacioli
David de Miguel Ángel. Diseñada y ejecutada para presidir la plaza principal de Florencia, esta escultura es en realidad una estudiada alegoría política bajo la apariencia del tema cristiano. La visión resulta amplificada por las dimensiones colosales de la estatua, pensada para no perderse en el espacio de la plaza. Hoy en día la sustituye una copia, mientras que el original está en la Academia de Florencia.
La Iglesia de Santa Maria Novella, en Florencia, con fachada de Leon Battista Alberti. La ordenación geométrica que propone Aberti en el diseño queda mitigada por el empleo de mármoles polícromos, conforme a la tradición local.
Basílica de San Pedro, obra de Bramante y Miguel Ángel, autor del diseño final que se ejecutó en su mayor parte; la cúpula fue terminada por Giacomo della Porta, y la fachada es obra de Carlo Maderno, de época barroca. Concebida inicialmente según un diseño centralizado, las variaciones en la dirección de la obra dieron como resultado un nuevo prototipo de iglesia, llamado a extenderse con la Contrarreforma.
El Nacimiento de Venus, obra de Botticelli, conservada en la Galleria degli Uffizi, Florencia. El paganismo se introduce en el arte renacentista como contrapunto al mundo hermético y cerrado del medievo en el que Dios era el fin de todo. El ser humano en su individualidad y diversidad será a partir de ahora el objeto máximo del interés de los artistas.
La Virgen, el Niño Jesús y santa Ana, por Leonardo da Vinci, Museo del Louvre, París. «Verdaderamente celestial y admirable fue Leonardo [...]. Hizo un cartón de Nuestra Señora y santa Ana, con Cristo, que también les pareció maravilloso a todos los artistas; una vez terminado, estuvo expuesto dos días para que lo vieran los hombres y las mujeres, los jóvenes y los viejos, como se va a las fiestas solemnes, para ver las maravillas de Leonardo, que hicieron asombrar a todo este pueblo». Giorgio Vasari, Las Vidas.
Retrato de Eleonora Gonzaga, por Tiziano. La dama se muestra en la lejanía aristocrática de su opulento atuendo, pero con ciertas alusiones a la vida cotidiana (reloj, ventana abierta al paisaje, perrito dormido) que la acercan al espectador. Galleria degli Uffizi, Florencia.
El condotiero Gattamelata, en Padua, por Donatello. El monumento ecuestre conmemorativo apenas sobrevivió a la antigüedad. La plástica renacentista recuperó esta tipología típicamente romana y la aplicó, en este caso, al héroe característico de la época: el condotiero o capitán mercenario.
Detalle de la Puerta del Paraíso, en el Baptisterio de Florencia, obra de Lorenzo Ghiberti. Fue Miguel Ángel quien, admirado por la perfección de los relieves de esta puerta, dijo que merecería ser la del propio Paraíso.
La Piedad del Vaticano, de Miguel Ángel, encargada por el cardenal francés Jean Bilhères de Lagraulas para su sepultura, hoy se encuentra en la Basílica de San Pedro. El idealismo e impasibilidad de los dioses clásicos se traslada aquí a un tema cristiano; la serena belleza de María y de Cristo apenas se ve alterada por el dolor o la misma muerte.
El Greco, La Resurrección de Cristo, pintado para Santo Domingo el Antiguo de Toledo. El Greco rebasa el concepto de artista renacentista por su constante búsqueda de un universo propio y original. Influido por Tintoretto y Miguel Ángel, su arte va a conocer su mayor desarrollo en Toledo.
Vista del Patio del Caballo Blanco del palacio de Fontainebleau, con la famosa escalera, preludio de las formas barrocas. Fontainebleau fue la auténtica capital artística de Francia durante el Renacimiento. En el conjunto palaciego intervinieron algunos de los mejores artistas del momento.
La Resurrección, obra de Germain Pilon. Todo procede aquí de Miguel Ángel: la anatomía hercúlea de Cristo, los escorzos, el efecto «no acabado». Hasta el diseño general del grupo remite a las Sepulturas Mediceas del florentino. Museo del Louvre, París.
La liebre, obra de Durero. El interés por los fenómenos y los elementos de la naturaleza fue uno de los pilares del humanismo. Durero analiza el mundo vegetal y animal en multitud de dibujos, bocetos y acuarelas caracterizados por su precisión de científico. Albertina, Viena.
Pieter Brueghel el Viejo: El regreso de los rebaños. El paisaje se ha convertido en el tema principal del cuadro. Brueghel introduce casi siempre la figura —en este caso, los pastores— como anécdota o contrapunto a un universo del que el ser humano solo es una parte, mínima y frágil. Obsérvese el interés por la plasmación de los efectos atmosféricos en los nubarrones que oscurecen el cielo. Museo de Historia del Arte, Viena.
Hans Holbein el Joven: El retrato de Erasmo de Róterdam, que vivió y trabajó en Basilea desde 1521 en la universidad más antigua de Suiza, es una de las obras más importantes del pintor. Museo del Louvre, París.
Ilustración del Apocalipsis (1561), de Jean Duvet.
Jardín del Château d'Ambleville, Francia
Tiziano: Amor sacro y amor profano (Galería Borghese, Roma, 1514). Esta obra representa la contraposición entre el amor humano (Venus Vulgaris) y el amor divino (Venus Caelestis), un reflejo de la teoría neoplatónica de la época sobre que la belleza terrenal es un reflejo de la belleza celestial, propugnada por Marsilio Ficino y la Academia Platónica Florentina.
Hombre vitruviano, de Leonardo da Vinci, un ejemplo de la mixtura entre arte y ciencia en el Renacimiento.
Ilustración de De humani corporis fabrica, de Andrés Vesalio (1543).
Diseños de moda de los siglos xv y xvi