La tiara papal fue una triple corona usada por los papas, líderes de la Iglesia católica, desde el siglo VIII hasta el XX. Fue utilizada por última vez por el papa Pablo VI.
El término "tiara" se refiere a la totalidad de la pieza, sin importar cuantas coronas o diademas la hubieran adornado a través de los siglos;[1][2] mientras que su forma de tres niveles, que fue ideada en el siglo XIV, es también llamada "triregnum",[3][4] "triple tiara",[5][6][7] o "triple corona".[8]
De 1143 a 1963, la tiara papal se colocó solemnemente en la cabeza del papa durante su ceremonia de coronación. Las tiaras papales supervivientes poseen todas el triregnum, siendo la más antigua la de 1572, y el resto no anteriores al año 1800.
Una representación del triregnum, combinada con las dos llaves cruzadas de San Pedro, continúa siendo utilizado como un símbolo del papado y aparece en sus documentos, edificios e insignias.
Históricamente, se tiene referencia de variadas tiaras papales, aunque solamente veintidós han sobrevivido indemnes. Muchas de las coronas anteriores, principalmente las del papa Julio II y las atribuidas a Silvestre I, fueron destruidas o robadas por los invasores –sobre todo por el ejército francés de Louis-Alexandre Berthier en 1798–, o por el propio pontífice. Durante el Saco de Roma de 1527, Clemente VII fundió todas las tiaras e insignias para pagar el rescate de 400 000 ducados exigidos por el ejército del emperador Carlos V. La tiara más antigua existente es del siglo XVI, usada por Gregorio XIII, y única sobreviviente al saqueo y ocupación de Roma por Berthier. Por ello, el cónclave de 1799-1800 debió ser celebrado en Venecia, donde Pío VII, el nuevo papa, fue coronado con una tiara de papel maché, realizada con joyas donadas por damas venecianas.
Muchas tiaras fueron donadas a la Santa Sede por líderes mundiales o jefes de Estado, entre ellos la reina Isabel II de España, los emperadores Guillermo I de Alemania, Francisco José I de Austria y Napoleón I de Francia. La tiara proporcionada por este último fue realizada a partir de los elementos de las antiguas coronas robadas, y fue entregada a Pío VII como un regalo de boda, para marcar el matrimonio del propio Napoleón con Josefina de Beauharnais, en vísperas de su coronación imperial. Otras eran un regalo para un papa recién elegido, o con ocasión del jubileo de su ordenación o elección.