El Espíritu del pueblo (en alemán, Volksgeist) o Espíritu nacional es un concepto propio del nacionalismo romántico, que consiste en atribuir a cada nación unos rasgos comunes e inmutables a lo largo de la historia.
Aunque algunos pensadores ilustrados (Voltaire, Rousseau) compartían la idea de que distintas naciones tienen distintas personalidades,[1] y podemos encontrar en L'esprit des lois / El espíritu de las leyes (XIX, 4) de Montesquieu que «el espíritu nacional» o «espíritu de una nación» resultante de diversos factores (clima, religión, costumbres, etc.) origina un tipo específico y distintivo de derecho para cada nación contrario al derecho natural universal,[2] el origen del concepto de Volksgeist nace con el prerromanticismo alemán, en especial en las obras de Johann Gottlieb Fichte y sobre todo de Johann Gottfried Herder. Frente al cosmopolitismo ilustrado, Herder defiende la existencia de naciones independientes y diferenciadas, a cada una de las cuales les corresponden unos rasgos constitutivos inmutables (culturales, raciales, psicológicos...) que por lo tanto son ahistóricos, anteriores y superiores a las personas que forman la nación en un momento determinado.[3]
La idea del Volksgeist de Herder fue posteriormente adoptada por el movimiento romántico primitivo y reaccionario, en especial por los hermanos Friedrich y Wilhelm von Schlegel, quienes adaptaron esta idea al estudio de las lenguas, la literatura y el arte. Como resultado, los hermanos Schlegel negaron la existencia de unas normas artísticas y literarias universales, como defendía el Neoclasicismo, y dieron importancia a aquellos géneros y elementos en los que, según su punto de vista, se observaba con mayor claridad el espíritu propio de cada nación. A ellos se debe, por ejemplo, la revalorización de la épica antigua medieval, así como del teatro de Shakespeare o Calderón de la Barca, rechazados durante el siglo anterior por no atenerse a las normas aristotélicas.
Por su lado, Johann W. von Goethe, miembro del movimiento Sturm und Drang, se opuso al racionalismo de la Ilustración y proclamó la libertad del sentimiento, al tiempo que asumió la tradición alemana.[5] Goethe trató de buscar una síntesis entre el germanismo y el humanismo.[5] Ernst Moritz Arndt, poeta nacionalista alemán, señaló como misión de los jóvenes alemanes la búsqueda de una unidad nacional y entendió a la nación como una comunidad cultural (combinando ideas del clasicismo e ilustración), como una comunidad de destino (bajo la influencia del romanticismo) y como una comunidad política, es decir, un conjunto de hombres libres que se congregan en torno a un Estado (inspirado en el modelo nacional francés).[5]