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Durante gran parte de la historia humana, la mayor parte de la tierra del mundo fue desierto: bosques, praderas y arbustos dominaron sus paisajes. En los últimos siglos, esto ha cambiado drásticamente: los hábitats silvestres han sido exprimidos convirtiéndolos en tierras agrícolas.

Si retrocedemos 1000 años, se estima que solo 4 millones de kilómetros cuadrados, menos del 4% de la superficie terrestre libre de hielo y no árida del mundo, se utilizó para la agricultura.

En la visualización vemos el desglose de la superficie terrestre global actual. El 10 % del mundo está cubierto por glaciares y otro 19 % es tierra árida: desiertos, salinas secas, playas, dunas de arena y rocas expuestas.1 Esto deja lo que llamamos 'tierra habitable'. La mitad de toda la tierra habitable se utiliza para la agricultura.

Esto deja solo el 37% para los bosques; 11% como arbustos y pastizales; 1% como cobertura de agua dulce; y el 1% restante, una proporción mucho menor de lo que muchos sospechan, es área urbana edificada que incluye ciudades, pueblos, aldeas, carreteras y otra infraestructura humana.

También existe una distribución muy desigual del uso de la tierra entre la ganadería y los cultivos para el consumo humano. Si combinamos los pastos utilizados para el pastoreo con la tierra utilizada para cultivar alimentos para animales, la ganadería representa el 77% de la tierra agrícola mundial. Si bien el ganado ocupa la mayor parte de las tierras agrícolas del mundo, solo produce el 18 % de las calorías del mundo y el 37 % de las proteínas totales.

La expansión de la agricultura ha sido uno de los mayores impactos de la humanidad sobre el medio ambiente. Ha transformado los hábitats y es una de las mayores presiones para la biodiversidad: de las 28.000 especies evaluadas como amenazadas de extinción en la Lista Roja de la UICN, la agricultura figura como una amenaza para 24.000 de ellas.4 Pero también sabemos que podemos reducir estos impactos, tanto a través de cambios en la dieta, al sustituir parte de la carne con alternativas de origen vegetal como a través de avances tecnológicos. El rendimiento de los cultivos ha aumentado significativamente en las últimas décadas, lo que significa que hemos ahorrado mucha tierra de la producción agrícola: a nivel mundial, para producir la misma cantidad de cultivos que en 1961, solo necesitamos el 30 % de las tierras de cultivo.