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Título : En Marruecos
Año : 1920 ( década de 1920 )
Autores : Wharton, Edith, 1862-1937
Temas : Marruecos - Descripción y viajes
Editor : New York Scribner
Biblioteca colaboradora : Robarts - Universidad de Toronto
Patrocinador de digitalización : MSN

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Texto que aparece antes de la imagen:
espirales de un blanco puro, una mano regordeta sobre su brida bordada, sus pies con zapatillas amarillas apoyados en grandes estribos forrados de terciopelo, se convirtió, por pura inmovilidad, en un símbolo, un misterio, un Dios. El flujo humano golpeó contra él, se disolvió, se desvaneció, otra ola con forma de lanza pasó detrás de él y se disolvió a su vez; y permaneció sentado, hora tras hora, bajo el cielo candente, inconsciente del calor, el polvo, el tumulto, encarnando a las salvajes hordas facciosas precipitadas siguiendo la tradición de serena distanciamiento. III EL MIRADOR IMPERIAL Mientras los últimos jinetes galopaban para rendir homenaje, fuimos convocados a nuestros motores y conducidos rápidamente al palacio. El sultán había enviado un mensaje a la señora Lyautey de que las damas del harén imperial la entretendrían a ella y a sus invitados mientras Su Majestad recibía al general residente, y tuvimos que apresurarnos para no perdernos el siguiente acto del espectáculo. Caminamos a través de un largo patio bordeado por la Guardia Negra, pasamos bajo una puerta y nos encontramos ( 170 1
Texto que aparece después de la imagen:
HARENES Y CEREMONIAS recibió una negra mal vestida. Atravesando un resplandor ardiente de azulejos policromados llegamos a otro arco custodiado por el eunuco jefe, un negro imponente con los ojos esmaltados de un busto de basalto. El eunuco nos entregó a otras negras y entramos en un laberinto de pasillos y patios interiores, todos murmurando y chorreando agua. . Al recorrer largos pasillos donde esclavos vestidos con oscuras vestimentas grisáceas se aplastaban contra las paredes, vislumbramos grandes cuartos oscuros, lavanderías, despensas, panaderías, cocinas, donde se preparaban y guisaban cosas sabrosas, y donde más negras, abandonando sus cacerolas y sartenes, vino a espiarnos desde el umbral. En un rincón, en un banco contra una pared cubierta con esteras, un esclavo alimentaba a unos loros grises en jaulas altas. Una estrecha escalera conducía a un rellano donde nos esperaba una princesa sacada de un cuento de hadas árabe. Pisando suavemente sus zapatillas bordadas nos llevó al siguiente rellano, donde otro ser con zapatillas doradas sonreía

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