En 1050, los copríncipes lombardos fueron expulsados de la ciudad por la ciudadanía descontenta. En 1051, la ciudad fue entregada al Papa. En 1053, los normandos que habían ocupado el ducado desde 1047 (cuando el emperador Enrique III dio permiso a Humphrey de Hauteville ) lo cedieron al Papa con quien recientemente habían hecho una tregua.
El Papa nombró a su propio rector, pero los ciudadanos invitaron a los viejos príncipes a regresar y, en 1055, estaban gobernando nuevamente; como vasallos del Papa, sin embargo.
Guiscard se lo devolvió al Papa, pero hasta el siglo XIX no se nombró a ningún nuevo príncipe o duque benévolo.