Archivo:Derribar este muro.ogv


Tear_down_this_wall.ogv ‎ ( archivo de audio/video multiplexado Ogg, Theora/Vorbis, duración 26 min 38 s, 320 × 240 píxeles, 471 kbps total)

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Muchísimas gracias. Canciller Kohl, alcalde gobernante Diepgen, damas y caballeros: Hace veinticuatro años, el presidente John F. Kennedy visitó Berlín y se dirigió a la gente de esta ciudad y del mundo en el ayuntamiento. Pues bien, desde entonces han venido otros dos presidentes, cada uno a su vez, a Berlín. Y hoy yo mismo hago mi segunda visita a vuestra ciudad.

Venimos a Berlín, los presidentes estadounidenses, porque es nuestro deber hablar, en este lugar, de libertad. Pero debo confesar que aquí también nos atraen otras cosas: el sentimiento de la historia en esta ciudad, más de 500 años más antigua que nuestra propia nación; por la belleza de Grunewald y Tiergarten; sobre todo, por su coraje y determinación. Quizás el compositor Paul Lincke entendió algo sobre los presidentes estadounidenses. Verá, como tantos presidentes antes que yo, vengo aquí hoy porque donde quiera que vaya, haga lo que haga: "Ich hab noch einen koffer in Berlin". [Todavía tengo una maleta en Berlín.]

Nuestra reunión de hoy se transmite por toda Europa Occidental y América del Norte. Entiendo que se está viendo y escuchando también en Oriente. A quienes me escuchan en toda Europa del Este, extiendo mis más cálidos saludos y la buena voluntad del pueblo estadounidense. Para los que están escuchando en Berlín Este, unas palabras especiales: Aunque no puedo estar con ustedes, dirijo mis comentarios a ustedes con tanta seguridad como a los que están aquí ante mí. Porque me uno a ti, como me uno a tus compatriotas en Occidente, en esta firme, esta creencia inalterable: Es gibt nur ein Berlin. [Solo hay un Berlín.]

Detrás de mí se encuentra un muro que rodea los sectores libres de esta ciudad, parte de un vasto sistema de barreras que divide todo el continente europeo. Desde el Báltico, al sur, esas barreras atraviesan Alemania en un tajo de alambre de púas, concreto, áreas para perros y torres de vigilancia. Más al sur, puede que no haya un muro visible ni obvio. Pero quedan guardias armados y puestos de control de todos modos, todavía una restricción al derecho a viajar, todavía un instrumento para imponer a los hombres y mujeres comunes la voluntad de un estado totalitario. Sin embargo, es aquí en Berlín donde el muro emerge con mayor claridad; aquí, atravesando vuestra ciudad, donde la foto del noticiero y la pantalla de televisión han impreso en la mente del mundo esta brutal división de un continente. De pie ante la Puerta de Brandenburgo, cada hombre es un alemán, separado de sus semejantes. Todo hombre es un berlinés,