Nombre del Padre


El nombre del padre ( en francés nom du père ) es un concepto que Jacques Lacan desarrolló a partir de su seminario Las Psicosis (1955-1956) para cubrir el papel del padre en el Orden Simbólico .

Lacan juega con los sonidos similares en francés de le nom du père (el nombre del padre), le non du père (el no del padre) y les non-dupes errent (los non-dupes err) para enfatizar con el las dos primeras frases las funciones legislativa y prohibitiva del padre y subrayar con la última frase que "los que no se dejan atrapar por el engaño/ficción simbólico y siguen creyendo sus ojos son los que más yerran". [1]

El concepto de Lacan se inspira en el padre mítico de Tótem y tabú de Freud ; [2] y fue utilizado por él como un movimiento estratégico en su oposición a lo que él vio como el énfasis excesivo de la teoría de las relaciones de objeto en la relación exclusiva del individuo y su madre como un par dual. [3]

Lacan enfatizó en cambio la importancia del tercero en el complejo de Edipo , lo que llamó "el lugar que ella [la madre] reserva para el Nombre-del-Padre en la promulgación de la ley". [4] Él vio esto como un elemento vital para ayudar a cada nuevo miembro de la raza humana a pasar de una relación primaria y exclusiva con la madre a un compromiso más amplio con el mundo cultural exterior: el orden simbólico.

Anthony Stevens ha argumentado de manera similar que "Tradicionalmente, la orientación del padre es centrífuga, es decir, hacia el mundo exterior... él es el principal responsable de facilitar la transición del hogar a la sociedad". [5] Del mismo modo, el terapeuta familiar Robin Skynner ve la el padre (o padre) juega un papel esencial en el proceso por el cual "el niño pequeño tiene que ver que mamá no es Dios como un primer paso para ver que papá no es Dios, y que... él también es parte de algo más grande" . ". [6]

Para Lacan, ese contexto mayor podría ser visto como "la cadena del discurso... en la que estará atrapada toda una familia, toda una camarilla , todo un campo, toda una nación o la mitad del mundo". [7] La interiorización del Nombre del Padre con la superación del complejo de Edipo aseguraba a Lacan la participación en esa cadena discursiva más amplia, y era para él un elemento esencial de la cordura humana.