Himno del Estado Zulia


De Wikipedia, la enciclopedia libre
Saltar a navegación Saltar a búsqueda

El himno del estado Zulia, “Montando las Olas”, se oficializó mediante Orden Ejecutiva del 15 de agosto de 1909. Fue el resultado de un concurso público auspiciado por el entonces Gobernador del Estado, José Ignacio Lares Baralt, quien el 29 de abril del mismo año realizó una concurso lírico y musical para seleccionar la letra y melodía de tan preciada pieza lírica. El ganador de la categoría lírica fue el afamado poeta laureado Udón Pérez; en la categoría musical, el ganador fue el igualmente reconocido autor, José Antonio Cháves. Los trabajos ganadores fueron reconocidos oficialmente en la fecha anterior, durante una ceremonia encabezada por el ilustre gobernador, pero no fue hasta el 18 de febrero de 1910 que el himno finalmente se distribuyó por los distintos departamentos y dependencias del Estado. Con su hermosa melodía y un tema construido en torno a las ideas de libertad, paz y esperanza,el himno sigue siendo el favorito de la gente. Todavía habla un lenguaje revolucionario, muy crítico con la dictadura, y continúa comunicando el antiguo aborrecimiento del Estado hacia los poderes centralistas.

Letras en español

Coro
Sobre palmas y lauros de oro
yergue el Zulia su limpio blasón;
y flamea en su plaustro sonoros
del progreso el radiante pendón.

I
La luz con el relámpago tenaz
del Catatumbo
,
del nauta fija el rumbo,
cual límpido farol;
el alba de los trópicos,
la hoguera que deslumbra
cuando al zénit se encumbra
la cuadriga del sol
no emulan de tus glorias
el fúlgido arrebol

II
En la defensa olímpica
de los nativos fueros
tus hijos, sus aceros
llevaron al confín;
ciñendo lauros múltiples
los viste, con arrobo,
del Lago a Carabobo,
del Ávila a Junín;
y en Tarqui y Ayacucho
vibraron su clarín.

III
Erguido como Júpiter,
la diestra en alto armada,
fulgurante la mirada
de rabia y de rencor;
las veces que los sátrapas
quisieron tu mancilla:
mirarte de rodilla
sin prez y sin honor
cayó sobre sus frentes
tu rayo vengador.

IV
Y luego que la cólera
de tu justicia calmas,
va en pos de nuevas palmas
tu espíritu vivaz;
en aulas de areópagos,
cabildos y liceos;
te brindan sus trofeos
el numen de la paz;
y vese en blanca aureola
resplandecer tu faz.

V
En tu carroza alígera
que tiran diez corceles,
de cantos y laureles
guirnaldas mil se ven.
Allí del arte el símbolo
del sabio la corona,
de Temis y Pomona
la espada y el lairén.
La enseña del trabajo
y el lábaro del bien.

VI
Jamás, jamás, los déspotas
o la invasión taimada,
la oliva por la espada
te obliguen a trocar;
y sigas a la cúspide;
triunfante como eres,
rumores de talleres
oyendo sin cesar
en vez de los clarines
y el parche militar.

Ver también